sábado, 3 de junio de 2023

Inmigrantes de Segunda

 




William González Guevara
Ediciones Hiperion
ISBN: 978-84-9002-221-4


Premio de poesía Hiperión de este año, así como el del año pasado me provocó sofocos con este que también en poesía social el efecto ha sido más propio de una epifanía que el de una protesta porque William González escribe de esas mujeres inmigrantes que limpian en las casas de los señoritos por menos dinero que el sueldo mínimo interprofesional, que son ninguneadas, apartadas y despreciadas y eso que viajan con nosotros en el mismo metro que usamos para ir al trabajo o donde sea. Mujeres como su propia madre que lo que buscan es un mejor futuro para sus hijos aunque eso les condene físicamente deteriorándolas a toda velocidad.

Aunque nacido en Nicaragua, reside en España desde los 11 años y puede hablar con conocimiento de causa, clama contra esos explotadores que se gastan más en una raqueta de pádel que el sueldo de la mujer que les plancha los trajes o les limpia la casa, personas que las ignoran como seres de menos valía y sin embargo son ellos los que tienen una dignidad de mierda pero eso si, con la cartera llena de pasta. Es un duro pero precioso poemario que quiere hacernos ver los sufrimientos de esas mujeres, de los esfuerzos que tienen que hacer para sacar a su familia adelante, que cuando llegamos a una estación de tren, una oficina bancaria (bueno estas cada vez menos porque no hay) y nuestra propia casa (el que tenga contratado servicio doméstico, yo no) esa limpieza la ha hecho alguien, alguien que no vemos, que ninguneamos o directamente ignoramos y eso es terrible e inhumano. Pero engloba algo más, es un grito de esos inmigrantes y digo bien inmigrantes porque estos trabajos no los hacemos nosotros, que nos dan confort diario, mejor calidad de vida y sin embargo no lo valoramos en su justa medida.

El poemario comienza con tres citas de tres mujeres inmigrantes que trabajan en el servicio doméstico que pone los pelos de punta y te demuestra que vivir en Pozuelo, El Viso o El Pinar de Chamartín no te hacen mejor persona, y luego según vas avanzando en la lectura hay historias que me son familiares, no por vividas pero si por contadas porque mi madre las pasó canuta de pequeña dándose el caso de que la mandaban a jugar a la Plaza Mayor en la hora de la comida porque no había que comer en su casa, es verdad que son historias que yo no he vivido y algunas podría decirse que casi las había olvidado pero después de leer a William ya no miraré a esas mujeres que van en el Metro por las mañanas, con sus manos destrozadas por el amoníaco y la lejía que solo sueñan con un futuro un poco mejor para los suyos.

Se que cuando hay un libro de poesía en ciernes, suelo señalar un poema o varios pero hacerlo sería dejar fuera de la reivindicación de esas mujeres de William y yo no quiero dejar a ninguna apartada de la "foto". Si no quieres ver más allá de tus narices no lo leas, si no quieres saber quien convive contigo tampoco lo hagas pero si quieres ser un buen ser humano, empático y justo, debes leerlo.

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