Alan Parker
Editorial Tusquets
ISBN: 978-84-1107-627-2
Sexta entrega de la serie del policía de Glasgow, Harry McCoy, junio de 1975, no existe internet, los casos de asesinatos se resuelven a la vieja usanza, no hay CSI que valga y las huellas dactilares son casi una entelequia, así que haceros a la idea, no estamos en una serie moderna de crímenes y Harry McCoy no es un policía al uso, criado en un orfanato, con una madre ingresada en una institución psiquiátrica y un padre alcohólico que no le reconoce si se cruza con él por las calles, por todo baluarte tiene un jefe que le apoya y le defiende a capa y espada, Murray, un compañero, Wattie, que empieza a cansarse de que le deje de lado pero en el que confía y por último un maleante de los bajos fondos que es dueño de medio Glasgow, Cooper, con el que el mantiene una complicada relación ética de delincuente-policía.
McCoy es destinado con Wattie a la otra punta de la ciudad para resolver los tejemanejes de una comisaría nada clara, donde la corrupción corre a sus anchas, con robos en estafetas de correos que no se resuelven y de los que sospecha el jefe Murray, pero Wattie no está avisado lo que hace el trabajo de McCoy más difícil y mientras e ignorados por el resto de compañeros de la policía tiene que resolver un raro caso donde una mujer, Judith West, denuncia la desaparición de su hijo de nueve años que parece no haber existido nunca o es lo que dice su marido y jefe de la secta religiosa cristiana -notar a la aversión a todo lo que huele a iglesia para McCoy-, al forma parte de una secta religiosa muy hermética hace más complicado el asunto, mientras tanto están apareciendo vagabundos muertos por las calles sin causa clara pero todo induce a que pueden haber sido envenenados con metanol. El caso de Judith West encierra más complejidades cuando una influyente familia con la que la denunciante está relacionada denuncia pero sin hacerlo un robo y es cuando el Harry empieza a sospechar que el asunto puede ser más grande de lo que que aparenta.
Un junio caluroso, donde Harry McCoy tendrá que avisar a todos los sintecho de que no beban de cualquier botella, asumiendo que uno de esos bebedores es su padre y moverse entre policías corruptos para que no sospechen que les está vigilando porque Harry McCoy es un tipo íntegro, un tipo justo a pesar de que tenga al demonio al lado y tenga que lidiar con él cada vez que Murray le reclama para si, pues su deuda de infancia en el orfanato católico no será pagada nunca.
Las novelas de Alan Parks son duras, fuertes como la bebida que te quema el gaznate y sin regalos de bondad o ternura, pues hasta en esos momentos alguien en Glasgow lo está pasando mal y Alan Parks lo relata con maestría y dureza. A diferencia de otros policías con pasados duros, McCoy no se recrea en ellos, los asume, se los "bebe" y lucha con las fuerza que tiene, que hay veces que no son tantas como harían falta, porque McCoy no es un hombre del que te podrías "enamorar" pero con el que si te irías al infierno a pegarte de leches.
Os recomiendo empezar con la primera, no es problema que leáis esta de forma aislada pero os perderíais un tipo bueno, duro como el granito y sin embargo justo entre los justos.
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