Editorial Nordica Libros
ISBN: 978-84-16830-73-2
En el museo del Prado hay una exposición temporal de pintoras o temática relacionada con las mujeres en España hasta el 14 de marzo y que abarca desde 1833 a 1931 y que ruego encarecidamente que la gente vaya a verla para que veamos como hemos silenciado a una parte de la población solo por el hecho de ser mujeres despreciando un montón de talento; este libro es parte de la selección que ha hecho el museo con otros de temática parecida que abre nuestros ojos a ese tiempo donde ser mujer era un castigo, ay Rosalía de Castro como me acuerdo de la obra "Insolación" y de las narices que tenía esa mujer y esa protagonista, en fin, que los hombres tenemos que asumir que tenemos una deuda eterna por miles de años de un "dominio" sin sentido.
Generalmente la literatura nipona tiene en mi un efecto apaciguador, sea la temática que sea y el autor/a que sea, seguro que es porque elijo autores y novelas de mi gusto, me gusta esa sensación de paz y relajación, como si de un viaje se tratase que me deja siempre; Shimazaki es una escritora canadiense pero de origen japonés que yo no conocía; esta novela breve pero llena de la fuerza y capacidad de abstraerme que tanto me atrae, una joven japonesa, Mitsuki Tsuji, regenta una pequeña librería, con ella viven su madre una japonesa un tanto atípica, tanto como su hija, católica, ex presidiaria y divorciada y junto a ellas su hijo Tarô, un pequeño sordo que le encantan los animales y sus visitas al zoo; pero Mitsuki para poder sobrevivir tiene que completar sus ingresos trabajando los viernes como chica de alterne de alto standing, Mitsuki es una mujer muy independiente, no depende de nadie, ni de una hombre, ni una pareja, se contenta con amantes cuando le place pero no se siente atada nada más que a su hijo, un crío hijo de un pintor español a ojos de los demás pero que encontró abandonado en una estación de tren hace ya siente años, con ellos vive también un viejo gato, Sócrates, nombre dado cuando vivía con una de esas pocas parejas que habían dejado huella en ella pero con la que no coincidía en lo que esperaban de la relación. Mitsuki disfruta de esas escapadas de los viernes juntándose con hombres cultos con los que habla de filosofía y con los que no hay ningún otro vínculo. Cierto día entra en su librería una mujer, esposa de un diplomático, y junto a ella su hija que rápidamente congenia con el joven Tarô, pero esta visita que viene con un pedido de libros de filosofía un tanto inusuales viene con una posible convulsión en la apacible vida de Mitsuki y su pequeña familia.
La obra está llena de esos pequeños detalles que esconde siempre la literatura nipona, dobles sentidos como el del nombre de la librería, como algunas mujeres valientes son capaces de imponerse a esa sociedad machista tan distinta a nosotros pero tan parecida en otras muchas a la nuestra. Veremos tres mujeres distintas, como se enfrentan a la vida y a las adversidades, una mujer destinada a casada con un diplomático desde la cuna, la señora Sato, con un triste acto que la atormenta y que la une con Mitsuki, la propia madre de Mitsuki que sabe de sus actividades pero no del origen de su nieto y por último la propia Mitsuki, y dos pequeños observadores que ajenos Hanako y Tarô que viven su infancia de forma feliz e inocente.
El capítulo del nombre de la librería que es de los primeros tiene esos matices que comentaba, ya que los idiogramas chinos dan un significado que luego puede ser otra cosa, tiene ese fluir tan delicioso y sin brusquedades que tanto me gusta, con una bella historia de fondo, en este caso sin ninguna moraleja moral salvo final de que las cosas pasan siempre por un motivo, un aborto o el encuentro de un pequeño en una estación, una moraleja tan al estilo budista/taoista que tiene ciertas conexiones con filosofía judeocristiana -aunque yo no lo comparta, porque una cosa es que lo vea y aprecie y otra que esté de acuerdo-.
Una maravillosa novela, deliciosa, que acabaréis en menos de una hora de lectura. Yo no podría decir mucho más, me ha encantado.
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