Artur Ramon
Editorial Elba
ISBN: 978-84-939902-8-2
En mi intento de acercarme a la pintura con otros ojos, aprender y comprender me hice con este ensayo de un coleccionista y galerista barcelonés.
Artur Ramon nos invita a mirar los cuadros de otro modo, con quince cuadros que no son cuadros que veríamos habitualmente -no todos claro- hace un ejercicio perfecto para que contemplemos de otro modo, que comprendamos que pudo pasar por la cabeza de Goya tras su fracaso en Italia o por la de Picasso tras la muerte de su amigo Carles Casagemas. Quince episodios repletos de amor por la pintura, por los museos porque al igual que a Artur Ramon a mi, a pesar de ser de ciencias, me encanta estar en un museo, dejar pasar el tiempo contemplando la mirada de Margarita Teresa de Austria o de la duquesa de Sutherland.
Un autor que ama su trabajo y las obras que contempla, un experto que entiende tanto las obras de Caravaggio, El Greco, Tiepolo, Goya, Hopper o Rusigñol, notar la disparidad de géneros, tiempos y autores, un experto que te transmite su pasión sin aspavientos, con firmeza pero si imponerte su visión, te invita a ver el cuadro sin ser un académico, solo un apasionado del arte.
A diferencia de él, sospecho que su corazón alberga a un coleccionista de arte que sería incompatible con mi poco apego al almacenamiento de cuadros -al contrario que con los libros por eso creo comprenderle un poco más-, pero aún siendo tan distintos me veo parecido.
Historias de quince obras, escondidas o mal atribuidas que terminan saliendo a la luz gracias a ojos expertos como José Milicua o Roberto Longhi o Simone Peternazo, contando peripecias, algunas rocambolescas que han permitido a las obras llegar a nuestros días y que podían estar colgadas en casas antiguas que nunca supieron su historia o su valor económico porque el emocional, es tan personal e intrasferible que ese si lo conocen.
Seguro que después de su lectura muchos verán los cuadros de El Greco de otro modo, no lo dudo, pero no solo esos. Un libro muy interesante y no solo para aquellos que nos sentimos en casa cada vez que estamos en un museo y más concreto en el del Prado.