Leonardo Padura
Tusquets Editores
ISBN: 978-84-9066-479-7
Que Leonardo Padura es uno de mis escritores favoritos seguro que no extrañará a nadie, sus novelas son todo un universo de colores y sabores cubanos tan reales que puedes tocarlos y vivirlos y lo digo yo que no he visitado la isla en mi vida -asignatura pendiente para mi, yo que soy un bicho viajero impenitente-; esta hace la novena entrega del investigador y "buscador" de libros y ex policía Mario Conde, un casi sexagenario y digo casi porque cumplirá esos sesenta al final de la obra al que la llegada de su cumpleaños y la posible "fuga" de Conejo a Miami para vivir con su hija ahora que parece que su vecino del norte ha relajado su presión sobre la isla y las autoridades cubanas permiten las salidas lo tienen muy apesadumbrado, pensaba decir deprimido pero creo que trasciende lo que llamaríamos depresión pues en realidad es una crisis existencial que salvo a su relación con Tamara parece que lo lleva al final del todo, creo que la imagen del pobre con bolsas en los píes es tan poética y salvadora para Mario Conde que consigue enfrentarse a lo que el llamará la cuarta edad.
Mario Conde siente la llegada de esos 60 años y no tiene el mejor ánimo para enfrentarse a nada, pero un día se presenta en su casa Bobby, un antiguo compañero de estudios del instituto al que había perdido la pista y que le pide ayuda para buscar una imagen de una virgen, Bobby aunque era del grupo de amigos, no era estrictamente un componente de la pandilla de Conde y sus colegas pero sus ademanes delicados y su homosexualidad escondida hará que los colegas de Mario Conde lo acojan y protejan en la machista sociedad cubana; acabados los estudios este desaparece de sus vidas aunque el sigue estando en la isla pero dedicando sus pesquisas a la compra venta de arte; en los años que no ve a Conde Bobby se casa y tiene hijos pero también sale del armario, sufre una crisis de fe y se hace santero pero con las connotaciones que tiene la santería en el Caribe que al igual que los católicos cuando llegaron a América trazaron paralelismos con los dioses locales para poder hacer más fácil la implantación del cristianismo, los santeros hacen lo mismo; en esa nueva vida de Bobby en uno de sus ausencias, su novio Raydel, le desvalija y se lleva todo lo de valor de su casa, para Bobby no es problema salvo por lo enamorado que está del cubano y por la desaparición de una virgen negra que era de su abuelo y que trajo desde España y que dice que es la virgen de Regla -patrona de Cuba llevada por navegantes gaditanos-, Bobby dice que es milagrera y que su valor sentimental es tremendo para él por lo que contrata a Conde apelando a eso y a su amistad, palabra sagrada para el cubano -si no habéis leído nada de Padura y su serie de Mario Conde comprobaréis lo importante que es para él la amistad, algo que me hace sentir una envidia terrible por este personaje, porque son amistades forjadas con metal del bueno a prueba de distancias y temores-, en la búsqueda de la virgen, Padura no hará un reportaje casi fotográfico de la Cuba de hoy, con un lenguaje ácido y muy critico con la situación que vive alguna población de la isla, sensual por instantes, colorido y aromático que no te dejará levantar los ojos de las páginas del libro hasta la última página.
Durante la trama Mario Conde comprobará que todo el mundo miente, no la virgen es una tallas sin valor, ni Bobby es tan limpio y claro como parece, ni Raydel es trigo limpio y en ese juego de medias verdades Mario Conde recibirá un balazo pero encontrará la talla. En una Cuba que se cae a trozos, la vieja estampa con los vividores sacando provecho, veremos como los canallas siempre sacan tajada y la gente normal se tiene que quedar a ver como caen las migajas y de ahí el pesimismo de Mario Conde.
Es delicioso disfrutar de ese lenguaje caribeño con sus giros y modismos, de ver en una novela otros mundos, otras sociedades tal y como nos las describe
Como apunta muy bien Padura, es una obra inspirada en una idea sobre tallas negras de las que hay frecuentes en el Pirineo y en Francia de origen medieval y de tierras de levante; a nivel histórico leeréis la historia de la talla que te narrará el camino seguido por la talla de madera; y es en ese punto donde he pinchado en hueso, como lector de todo lo que hay de temática templaria (solo de la seria que conste) debo decir que me resulta difícil de entender que un simple labriego fuese armado caballero de la orden del Temple, más que nada porque había que acreditar una dote y limpieza de sangre -noble- para serlo; Roger de Flor hasta donde yo he leído era halconero de la orden o como mucho sargento, una especie de tropa auxiliar de los caballeros, precisamente por su origen bastardo y nunca fue armado caballero; es más, creo que tuvo puesto precio a su cabeza por su fuga de San Juan de Acre llevándose importantes tesoros de la orden y se convirtió en un pirata. Hace mención a los papas y sus órdenes Vaticanas pero en esa época su sede estaba en Avignon y no en Roma, no había caballeros pero si francos -por ejemplo los musulmanes consideraban francos a todos los que combatían en tierra santa, ver la obra "Las cruzadas vistas por los árabes" de Maalouf, cuando Antoni Barral está en San Juan de Acre los vendedores le venden cosas como si fuesen de Marco Polo pero considerando que es el año 1291 y que no volvió a Venecia hasta 1295 pues se hace difícil colocarlo en esa fecha y por último, en los años 1308 a 1314 es imposible -y si no que alguien me corrija- hablar de España como estado, reino o nación.
Admiro la escritura de Padura, disfruto con ella como un chancho en una charca, me hace viajar y soñar; si no habéis leído nada de la serie de Mario Conde esta novela es perfecta, para ver como es su mundo y vivir un viaje en el tiempo, primero a la edad media y luego a La Habana del siglo XXI. Ah, fue premio Princesa de Asturias de las letras en 2015 además de otros muchos galardones, pero aunque no hubiese sido premiado, Leonardo Padura es una maravillosa experiencia lectora que creo que el vástago Iglesias diría que religiosa, no os la perdáis.
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