Ian McEwan
Editorial Anagrama
ISBN: 978-84-339-7935-3
Uno de mis escritores fetiches y los es por muchas cosas, pero la principal de que es uno de mis escritores favoritos es porque escribe sobre cualquier cosas y siempre me gusta como lo hace, ya sea con tintes cómicos o dramáticos como lo es en este caso.
Todos los libros que han caído en mis manos de este escritor británico siempre han despertado mi apetito y mi intelecto, ya se que alguno dirá que para activar mi cabeza no hace falta más que un palo y una zanahoria pero procuro enmendarme, yo ya me enamoré con Chesil Beach y desde entonces he enganchado un idilio literario tras otro.
En esta novela vamos a tener una lucha entre fe y ley, pero no la ley de Dios que podría hacer compatible una con la otra, es la ley de los hombres y para hacerlo más emocionante con un toque de crisis matrimonial que puede nublar la mente de una de las personajes claves de esta trama. El "aderezo" con el que dota a los protagonistas va en su justa medida, no se pasa de tierno aún teniendo instantes en los que era posible caer en él cuando se trataba del enfermo Adam Henry, tampoco se pasa de frío y analítico cuando se pone en el papel de Fiona Maye o en de su propio esposo Jack de modo que la trama se mueve en delicado y sutil equilibrio.
Nuestra protagonista es una reputada jueza del tribunal supremo británico, Fiona Maye, que está especializada en derecho de familia, cercana a los sesenta su matrimonio está sufriendo un crisis porque su marido de forma muy "british" le ha pedido formalmente tener una aventura con una joven llamada Melanie pero sin romper su matrimonio; algo que podría el juicio al más juicioso pondrá a prueba a la jueza en un difícil caso de un joven aún menor de edad testigo de Jehová que no quiere recibir una transfusión sanguínea que podría salvarle la vida por culpa de una leucemia que se lo come velozmente y que puede poner su a vida en cuestión casi de horas; de una parte el hospital quiere revocar el derecho del paciente por ser menor de edad y aplicarle esa transfusión para seguir con el tratamiento para evitar su muerte inminente y de la otra, la familia de Adam aunque he de decir que el papel de decisión del propio Adam sobre su futuro es decisivo, hay un detalle muy importante en el caso y es que según la legislación británica cualquier joven de 17 años debe ser considerado casi como mayor de edad y su opinión es decisiva; ante esa tesitura la jueza se decide conocer al joven Adam y descubre un muchacho muy vivo, de fuertes convicciones religiosas -evidentemente transmitidas por sus padres y su comunidad-, inteligente, con ganas de aprender ya que incluso ha decido tocar el violín; ante todo esto la jueza tiene que emitir un difícil veredicto sin que su situación personal afecte al muchacho pero lo que ella no sabe es que el muchacho se verá afectado quiera ella o no.
A pesar de que pueda parecer una lucha entre la justicia y la fe creo que en realidad encierra algo más bello y hermoso, es una lucha de fidelidad y lealtad de una pareja casada que se resiste a que se acabe un vínculo que ya no es amoroso pues con los años ya ha transcendido el amor físico; es una novela de una clase alta y sin problemas económicos pero que se desencanta de su trabajo -ver la conversación al final con su compañero de armas Mark Berner- que se defiende y juzga todo tipo de casos de los que a veces se sienten lejanos. Y para todo esto McEwan nos describe hospitales y enfermeras, secretarios judiciales y jueces con sus pelucas, reuniones con copas de jerez y conciertos de cámara para los colegas, vamos que quitando el tema hospitalario que es igual en -casi- todos los lados, algo tan británico como el pastel de hígado o las judías, bacón y huevos en el desayuno.
En pocas palabras, una conmovedora novela que creo que no deberíais perderos.
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