Editorial Randon House Mondadori
web: www.megustaleerdebolsillo.com
ISBN: 978-84-9989-695-3
Creo que este es un libro tan repleto de matices que es imposible dar con una sola tecla, porque todo el es una sinfonía de historias a cada cual más inverosímil, más original y desasogante, quizás porque la palabra muerte aparece con asiduidad o porque sin darte cuenta, todas las historias se entrelazan sin que te des cuenta en un solo hilo que es o podría ser la vida del que lo está contando.
Rodrigo Fresán es un escritor argentino afincado en Barcelona del que yo no había leído nada y eso que me reprocho ahora y ahora me pregunto, ¿qué tendrá Barcelona para acoger una colonia argentina tan numerosa? y por favor que nadie me diga Messi que no creo que sea por eso.
La velocidad de las cosas es un libro de relatos, catorce en concreto, aparentemente inconexos protagonizados por un puñado de seres a cada cual más diferente, un redactor de necrológicas, un pasajero en un barco que no sabes que destino tiene, un obsesionado con la película 2001, un nieto de una superviviente de la matanza de los Romanov o simplemente un hijo de puta.
Para aderezar este magnífico ejemplo de lo que te tiene que remover un libro cuando es magnífico se ayuda de unos personajes también a cada cual más curioso que el narrador de la historia, un narrador que perfectamente puede estar contándote su autobiografía; personajes como una hermana suicida sin brazos, un abuelo que caza ballenas o un escritor famoso del que aprender en la redacción.
Encontraremos un lugar desde donde arranca toda la historia y que es llama Canciones Tristes, este ficticio lugar al igual que el resto también se interconectan, ya sea Iowa, los bosques de Ekaterinburgo o el planeta Urkh 24 porque si, también hay extraterrestres y fantasmas ya que todos nosotros lo somos un poco en este mundo en el que vivimos.
Sospecho que los argentinos ya que Rodrigo Fresán lo es, tienen el mismo deje suicida que los que habitamos la piel de toro, por comentarios que hace sobre un viaje en un avión, etc, veo los mismos ejemplos delo que no debemos hacer al viajar y que todos nosotros repetimos, eso de que Iberia es la mejor pero luego volamos en Ryanair -disculparme pero yo ni loco y otras parecidas tampoco y no es cuestión de ser rico, es cuestión de dignidad, todas te tratan como ganado pero algunas rozan lo delictivo-.
Haciendo mía una frase del libro: "no leer era lo más parecido a estar muerto", este libro es un invitación a la crítica social y al mundo que nos rodea, porque la lectura nos hace libres de las cadenas de los que imponen el pensamiento único. Por eso creo tal y como dice mi amiga Marta, que este libro tiene muchas y muy dispares lecturas y todas ellas complementarias y distintas -vale si, matemáticamente es una redundancia y eso que soy de ciencias-.
Otra frase que quiero hacer mía del libro corresponde a una postal -porque como os digo, el formato es original y novedoso- que dice: "la locura es la más democrática de las enfermedades del hombre, y por lo tanto, a falta de algo mejor, la más aceptable", no sé si porque el libro te rompe todos y cada uno de los esquemas con cada historia pero me quedé prendado de esa frase durante minutos y minutos; ya sea fruto del corsé que a todos nos atrapa, me resultó liberador leerlo.
A pesar de ser cuentos como os digo que al final se entrelazan, hay dos que me han parecido arrebatadores:
Monólogo para hijo de puta con ballenas y hermanita fantasma. Que si al terminar de leerlo no le ponéis mil una cara a semejante canalla es que no tenéis alma y donde compara a Jesucristo con una estufa.
Última visita al cementerio de los elefantes. Y esta segunda por como relaciona a su abuela con la familia del zar, porque solo esta historia ya hubiera dado para un récord de ventas editorial.
Observar como la muerte aparece pero no como un elemento negro al que todos estamos abocados, que va, es un personaje más con el que convivir, al igual que los hijos -el que los tenga-, los hermanos y hermanas, los compañeros de trabajo a los que nos gustaría parecernos, los abuelos que nos cuentan historias o las canciones de nuestra vida. De trazo ágil y vivo con un par de excepciones como cuando cita algunas canciones o un pequeño fragmento a modo de telegrama del diario de Diane Arbus, que acostumbrado a esa prosa suave, el leer a golpe de puntos te deja KO.
No quiero terminar esta entrada sin dejar de agradecer a mi vecina Marta por haberme enseñado, regalado y descubierto esta joyita. Seguramente no será uno de los tres mejores libros de mi vida pero de entre los cinco creo que si estará.
Espero que os atreváis con esta pequeña dosis de locura contenida que seguro os hará estar más vivos.
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