Andrea Camilleri
Ediciones Salamandra
ISBN: 978-84-9838-744-5
Última entrega hasta la fecha del nonagenario siciliano de su carismático comisario Salvo Montalbano, los que le seguimos con interés veremos cierto desequilibrio temporal con respecto a novelas anteriores pero como bien aclara Camilleri al final, son los artificios de las editoriales los culpables de ese desenfoque temporal que yo he apreciado pero que ni se nota y lo mejor, ni me importa.
Creo que no es preciso que hable de las habilidades narrativas de Camilleri porque hay muchos ejemplos en este mismo blog de sus obras y de las que me declaro admirador desmedido y apasionado; vamos a por la trama; nuestro admirado comisario acaba de cumplir los 58 años y camino a la comisaría tiene un altercado con un joven conductor imprudente que resulta ser el hijo del presidente provincial, un político con mucho peso e influencia; sacado de quicio por el joven decide desquitarse en la gasolinera y lo termina procesando a pesar de ser quien es, ese mismo día se produce un robo en un hipermercado que está dentro de los negocios controlados por una de las familias de la mafia, los Cuffaro, cuando aparece ahorcado el jefe del hipermercado, Guido Borselino, el caso complica aún más la ya difícil relación de Montalbano con sus jefes y la televisión oficial porque todos sabemos que con los periodistas independiente su relación es completamente diferente; Pipo Ragonese termina acusando de inducir al suicidio a Borselino al propio Montalbano cosa que le cabrea terriblemente y puede hacerle naufragar en el otro caso de asesinato que no es si no el de la novia del conductor temerario, al final todo termina teniendo cierto vínculo como no podía ser de otro modo y gracias a la sagacidad y los métodos poco ortodoxos del comisario harán prevalecer la verdad y salvarle el culo una vez más a pesar de los ataques continuos de Ragonese o las puyas del forense o del jefe superior.
Como todas las obras de Camilleri, es un cuadro real de una sociedad moderna donde las influencias políticas empapan todo, hasta los asuntos delictivos, Montalbano navegará entre olas y disfrutando de los pequeños placeres que le proporciona la vida, ya sean unos salmonetes de roca de su trattoria favorita o un plazo de pulpo preparado por Adelina.
En estas últimas entregas, el papel de Livia se queda en un segundo plano, no así sus famosas broncas telefónicas, ha desaparecido sus amiga Ingrid pero en cambio el inefable Catarella no falla, ni sus compañeros de fatigas, Fazio o Mimi.
Como comenté en anteriores novelas, Camilleri ha hecho envejecer al comisario, le hace que le pesen los años y creo que en esta lo ha querido acentuar -su vista, su memoria por ejemplo- y lo hace en un ejercicio de que no sea siempre un tipo de 40 años y se agradece porque envejecemos con él; que no tengamos un arrebato erótico-sexual con una joven de quitar el hipo se agradece porque mira que le gusta a Camilleri tirar de esa inspiración masculina.
Deliciosa pero advierto como siempre, no soy imparcial.
No hay comentarios:
Publicar un comentario