lunes, 8 de abril de 2013

Lo que Yo Llamo Olvido



Laurent Mauvignier
Editorial Anagrama
ISBN: 978-84-339-7861-5


Esta vez os traigo un libro para remover vuestras entrañas, para que perdáis el aire y la respiración todo a la vez, basado en un hecho del 2009 en una gran superficie francesa Mauvignier obvia el nombre del protagonista de entonces y lo traslada a una conversación imposible entre dos hermanos, una conversación imposible porque este hombre desheredado de la sociedad yace en un lecho de acero inoxidable de la morgue porque un grupo de guardas de seguridad le han dado una paliza de muerte por beberse una cerveza dentro del gran almacén sin pagarla; un hombre al que cuatro vigilantes tasaron su vida en una miserable lata de cerveza. 
En un viaje entre el yo y el tu, Mauvignier se compromete socialmente, nos acusa a todos de no hacer nada, nos mira a los ojos para nos demos cuenta que no podemos dejar tirados a nuestros propios hermanos aunque lo único que sepamos de ellos es que cada vez que llaman es para pedir dinero o para que nuestras respectivas parejas nos hinchen la cabeza con "va a acabar mal este muchacho", no es un grito como el de "Indignaros", este es más crudo y duro por nuestro desapego, nuestra crueldad y lo injustos que somos.
Con un lenguaje que te estremece salvo que se sea una lechuga, esperas casi tanto como el fallecido que se acabe esa agonía de golpes, de una vida sin suerte y desdichas y no te tapas la cara como hace él en el suelo porque sino dejaríamos de leer, un hecho que no nos es ajeno, que se repite con demasiada frecuencia y no me refiero al exceso de los vigilantes, en realidad me refiero al abuso del poderoso contra el menos favorecido y por eso os prometo que tengo el corazón hecho trizas después de leer esta cortísima novela.
Hace unos días volví a ver Ben-Hur, yo no soy religioso pero en esa película la escena de dar de beber tanto a Ben-Hur como Cristo se me meten hasta el tuétano, es cuando el propio Ben-Hur dice que un desconocido le dio de beber y su sed nunca se apagó; en esta novela nuestro anónimo protagonista del que sólo se sabe el apellido y que es hijo de carnicero, abrió una lata de cerveza para acabar con esa sed eterna que siempre tiene, una sed que se le pega a la garganta y que haga lo que haga nunca apaga.
Mauvignier os hará sentir el frío del acero inoxidable en el cuerpo del desconocido y hasta será un descanso, porque ya no sentirá el dolor de las patadas y la paliza, Mauvignier os hará mirar con miedo a esos perros de presa con el pelo rapado que intimidan y se crecen cuando simplemente no les responden como ellos quieren ser respondidos, unos vigilantes que sentirán el amor y la comprensión de sus seres queridos pero que han matado a un hombre por una miserable lata de cerveza.
Es posible o es seguro que con la muerte perdamos el miedo a morir pero es que nuestro protagonista tiene más miedo a vivir, su hermano una vez ha muerto por culpa de la paliza no sabe como decirle a sus padres ya mayores que su hermano mayor ha muerto, no sabe como enfrentarse ante ese dilema, un dilema menor pero que le acerca una vez a esa infancia feliz con ellos dos juntos jugando. Un personaje, el muerto, que no dice ni una sola palabra en todo la obra como si su silencio fuese su mayor grito y su propia vida su mayor desdicha.
La protagonista real entonces en esta obra es la muerte como hecho violento y nuestra frágil memoria para olvidarnos de lo injusto, de lo desmedido y lo brutal, alguien que nos espera a la vuelta de la esquina y que nadie por ser menos esperada la ve venir; son nuestros dos hermanos los dos invitados principales en un banquete donde no quieren que dejemos en el olvido esos hechos que vemos injustos desde nuestros sillones mientras degustamos nuestra sopa caliente o una ración de patatas bravas.
Incluso las palabras del fiscal suenan huecas y sin sentimiento por mucho que hable de que ese hombre no debía haber muerto por tan poca cosa, ¿es que se puede morir de una forma tan miserable y que todavía nos miren por encima del hombro?, es como si por el hecho de ser un sin techo se pudieran cometer ciertas tropelías contra ellos llegando a cierto importe.
En fin, una muerte absurda que os indignará, que no se nos debería olvidar, que nos tiene que doler, nos que tiene que hacer comprender que no vivimos solos y los que lo hacen, tampoco lo están por mucho que los escondamos.
Esta vez no voy a deciros que va a encantaros porque no es así, os va a revolver las entrañas y muy duramente pero a este blog llegan personas valientes y seguro que no lo dejaréis pasar.


2 comentarios:

  1. Tremendo el tema que desarrolla la novela. Tan tremendo como real. Me parece necesaria esa denuncia ante la postura analgésica que hemos adoptado ante tanta muerte injusta e innecesaria que oímos y vemos diariamente en las noticias, y que la absorbemos de manera "normal". Estamos tan acostumbrados a que esto ocurra que, sin quererlo ni desearlo, nuestra mirada es analgésica e, inconscientemente, despiadada.

    Por supuesto que no lo dejaré pasar. Esa sensibilización frente a la deshumanización global y mundial siempre es bien recibida.

    Un placer leerte, Ángel.
    Un beso.

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    1. Querida Marisa, es realmente impactante.
      Habrá algunos que cuando lo lean se quedarán en lo anecdótico de que un día vieron a uno comiéndose una bolsa de patatas en el gran almacén y la dejaron por ahí tirada mientras hacía la comida y si se quedan con eso es que no tienen corazón, porque en este libro de lo que se habla es del silencio de los que no tienen voz, de los que no tienen esperanza y de como los miramos los que tenemos "seguridad" y de como ninguneamos su pobre y miserable vida, como si la nuestra "valiera" más.
      Es altamente recomendable.
      Un besote y feliz semana.

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