Tusquets Editories
web: www.tusquetsediciones.com
ISBN: 978-84-9066-672-2
Las crisis pasan porque como dice nuestro refrán "no hay mal que cien años dure ni cuerpo que lo resista" y Atenas y Grecia van saliendo adelante a pesar de los hombres de negro y sus secuaces, pues en esas estamos cuando Kostas Jaritos se encuentra de vacaciones con su mujer por la tierra de los orígenes de esta y conocen a tres divertidas jubiladas que les hacen en viaje más ameno y divertido; pero es tiempo de volver a Atenas donde le espera la jubilación de su jefe Guikas y su ascenso nominal que no de sueldo a la jefatura; pero un cambio que debería ser algo formal y tranquilo y más porque acaba de regresar de vacaciones se termina torciendo por la muerte de un profesor universitario que ha vuelto después de su periplo político en una de esas puertas giratorias de las que tanto se quejan los partidos políticos.
Como muchas novelas mediterráneas, los protagonistas de las mismas no son seres torturados por el sino, ni seres tristes o abocados a cortarse las venas, nada de eso, son personas normales y corrientes que disfrutan de la vida, que viven sacándoles el sabor a cada instante que viven, ya sea con unos tomates rellenos o carne asada, es esa diferencia tan enorme lo que hace maravillosa la novela negra a orillas del mar mediterráneo y por ende latina, son seres que respira, que disfrutan, que lloran pero también ríen, que tienen deseos y por eso son reales, de carne y hueso, como nosotros y no como esos protagonistas que tan en boga están ahora de investigadores que "les han pegado de pequeños", han perdido un hijo en extrañas circunstancias o tiene que hacer el amor con todo bicho viviente en su Lada 4x4 de la época del muro de Berlín.
Por primera vez Kostas no va a tener a nadie que le defienda de sus superiores, los nombrados por los políticos y eso le causa cierto temor pero descubre que el subinspector que es su superior confía en el instinto y capacidad de trabajo de Kostas, este con su equipo y unas nuevas y capaces incorporaciones se pondrán manos a la obra para saber quien ha asesinado con veneno en una tarta a un antiguo profesor universitario que ha vuelto a la docencia después de pasar por la política; un método propio de mujeres que orienta hacia una chica joven en un ciclomotor pero no hay más pistas e investigar en su círculo familiar es un galimatías que no lleva a nada; un segundo asesinato este con tintes más sangrientos pues se comete después de una cuchillada complica las pesquisas, si le sumas que un tercero aparece tras asesinarlo con una inyección con cianuro, pues se acabó con las posibles certezas que se tuvieran; para complicarlo aún más, cada vez que se comete uno de los asesinatos, una organización pseudoterrorista lo reivindica para liarlo aún más. Las presiones políticas no aturden a Kostas, el embarazo de su hija tampoco y eso que no le pone su nombre siendo un varón, pero las vacaciones han servido al policía griego para estar en plena forma.
Petros Markaris hace documentales, no hace novelas, son fotografías perfectas y exactas, ya sea para ponerte un atasco en la acción, una cena de viejos amigos, o una manifestación de apoyo a los profesores universitarios de los alumnos, describe con maestría como evoluciona la sociedad, como ha cambiado la universidad o la vida en Grecia y permitirme que os diga que es fascinante; los asesinatos en sus novelas son el medio para un fin mayor, un fin que es el de enseñarnos como viven los griegos de hoy, como viven las familias, que come, que viven, que desean, que sueñan.
Una de las virtudes de las novelas de Petros Markaris es que no pierdes el tiempo en acciones superfluas, descripciones pesadas y empachosas y todo en una acción sin descanso que no se recrea en sangre o temas escabrosos; todas sus novelas son llamémoslas breves porque no son mamotretos pero porque es un firme defensor de que una novela no deben ser un tostón de seiscientas páginas, porque lo hay, en fin, una novela negra deliciosa pero como siempre digo, no soy imparcial con este escritor como no lo soy ni con Padura, Camilleri o Pérez-Reverte.
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