Robert Seethaler
Ediciones Salamandra
web: www.salamandra.info
ISBN: 978-884-9838-815-2
Que afortunado soy otra bella novela de apenas ciento cuarenta páginas que te reconcilia con la sencillez.
Por si alguien no se había dado cuenta huyo como de la peste de los libros demasiado gruesos, mantengo la idea como la que Petros Mararis plasmó en una entrevista sobre la extensión de una novela, que no hay que editar "mamotretos" -esto es una interpretación mía- para que sea bueno o agradable a la lectura; desde mi suplicio personal con "Los pilares de la tierra", me pienso muy mucho antes de embarcarme con un libro de más de quinientas páginas pero si es pequeño o breve me lanzo casi sin pensarlo, este en concreto lo agarré al vuelo para mis vacaciones aunque ya llevaba mi buena dosis de libros para el avión y el "pobre" me aguantó la primera escala, pero que bien me lo pasé, que agradable volver a leer algo sobre la sencillez de vivir sin más objetivo que el de ser feliz.
Andreas es un habitante de los montañas italianas, cojo por culpa de un accidente pero que no le merma en nada para desarrollar su vida cotidiana, una vida cotidiana que consiste en talar árboles, construir teleféricos y amar a su joven esposa, criado por su tío en un ambiente que precisamente de amor no es, se tendrá que adaptar a los radicales cambios que su entorno le obliga, ya sea la guerra o la llegada masiva de esquiadores o turistas de montaña, a pesar de todo Andreas conservará su modo de vida sencillo y sin aspavientos que harán de él un hombre feliz por mucho que la vida le de un revés detrás de otro como la muerte prematura de su esposa.
Un narrador en primera persona nos hará ver el mundo con los ojos de Andreas Egger, un hombre con escasa formación académica que apenas tiene amigos y al que le cuesta un mundo relacionarse con los demás pero a pesar de ello Andreas puede decir sin temor a errar que el si tuvo un amigo, Thomas Mattl, su jefe y un amor, Marie y eso no lo podemos decir todos. Aunque Andreas morirá solo y octogenario y sin televisor en su casa, su vida fue plena y en los momentos de felicidad, fue el hombre más feliz del mundo. Seguro que la sencillez de su vida espantará a más de uno pero a otros, seguro que les seducirá.
El paso del tiempo o la pérdida de su esposa no parece hacer mella en Andreas, ni si quiera el paso por la guerra y su alistamiento voluntario en el ejército alemán para combatir en el frente ruso, no hay una crítica a eso, pero es que no puede haberla pues Andreas se alista para salir del pueblo, pues nunca ha salido y si al principio le rechazan por su cojera, la falta de hombres les hará reclutarlo al final; su experiencia en los campos de trabajo y su amistad con otros presos no le hace cambiar de forma de ser, esa es su fortaleza.
Cuando ya en su madurez se convierte en guía de montaña, mantiene la frugalidad en su vida y ni si quiera el reencuentro con su tío que ha perdido sus hijos en la guerra le agrian el carácter; en definitiva, Andreas es un buen tipo del que todos nos podríamos fiar.
Ya lo decía Don Hilarión: "hoy los tiempos cambian que es una barbaridad" pero hay personas que siguen fieles a sus convicciones y sus principios, que envidia.
Una breve novela deliciosa que seguro que hará las delicias de todos, incluso de los amantes de los "mamotretos".
Por si alguien no se había dado cuenta huyo como de la peste de los libros demasiado gruesos, mantengo la idea como la que Petros Mararis plasmó en una entrevista sobre la extensión de una novela, que no hay que editar "mamotretos" -esto es una interpretación mía- para que sea bueno o agradable a la lectura; desde mi suplicio personal con "Los pilares de la tierra", me pienso muy mucho antes de embarcarme con un libro de más de quinientas páginas pero si es pequeño o breve me lanzo casi sin pensarlo, este en concreto lo agarré al vuelo para mis vacaciones aunque ya llevaba mi buena dosis de libros para el avión y el "pobre" me aguantó la primera escala, pero que bien me lo pasé, que agradable volver a leer algo sobre la sencillez de vivir sin más objetivo que el de ser feliz.
Andreas es un habitante de los montañas italianas, cojo por culpa de un accidente pero que no le merma en nada para desarrollar su vida cotidiana, una vida cotidiana que consiste en talar árboles, construir teleféricos y amar a su joven esposa, criado por su tío en un ambiente que precisamente de amor no es, se tendrá que adaptar a los radicales cambios que su entorno le obliga, ya sea la guerra o la llegada masiva de esquiadores o turistas de montaña, a pesar de todo Andreas conservará su modo de vida sencillo y sin aspavientos que harán de él un hombre feliz por mucho que la vida le de un revés detrás de otro como la muerte prematura de su esposa.
Un narrador en primera persona nos hará ver el mundo con los ojos de Andreas Egger, un hombre con escasa formación académica que apenas tiene amigos y al que le cuesta un mundo relacionarse con los demás pero a pesar de ello Andreas puede decir sin temor a errar que el si tuvo un amigo, Thomas Mattl, su jefe y un amor, Marie y eso no lo podemos decir todos. Aunque Andreas morirá solo y octogenario y sin televisor en su casa, su vida fue plena y en los momentos de felicidad, fue el hombre más feliz del mundo. Seguro que la sencillez de su vida espantará a más de uno pero a otros, seguro que les seducirá.
El paso del tiempo o la pérdida de su esposa no parece hacer mella en Andreas, ni si quiera el paso por la guerra y su alistamiento voluntario en el ejército alemán para combatir en el frente ruso, no hay una crítica a eso, pero es que no puede haberla pues Andreas se alista para salir del pueblo, pues nunca ha salido y si al principio le rechazan por su cojera, la falta de hombres les hará reclutarlo al final; su experiencia en los campos de trabajo y su amistad con otros presos no le hace cambiar de forma de ser, esa es su fortaleza.
Cuando ya en su madurez se convierte en guía de montaña, mantiene la frugalidad en su vida y ni si quiera el reencuentro con su tío que ha perdido sus hijos en la guerra le agrian el carácter; en definitiva, Andreas es un buen tipo del que todos nos podríamos fiar.
Ya lo decía Don Hilarión: "hoy los tiempos cambian que es una barbaridad" pero hay personas que siguen fieles a sus convicciones y sus principios, que envidia.
Una breve novela deliciosa que seguro que hará las delicias de todos, incluso de los amantes de los "mamotretos".
No hay comentarios:
Publicar un comentario